El lobo y la piel de cordero

Resulta curioso como últimamente la derecha se adueña de conceptos, íconos, ideas y hasta personajes históricos que tienen más que ver con lo popular que con la derecha más reaccionaria. O no. Tal vez no: seguramente estoy diciendo algo sabido, algo ya dicho. ¿O no?

A mi me resulta curioso, ruin, estúpido, artero, inmoral y muchas otras cosas más, que un Duhalde disfrazado de pastor, vocifere que Presidentes como Lula, Lugo o Mujica son sus amigos. Me resulta muy tirado de los pelos que Macri se asocie a Brasil para describir como sería su país de las Maravillas, aunque es muy normal que se junte a la idea de seriedad que emana de Chile. Pero eso me parece a mí y, creo, a muchos más.

Aún así, hay otros muchos (no tantos, pero si bastantes), que creen todavía en los discursos que salen de sendas usinas de eses. Y por ellos mi reflexión.

De Duhalde ya todos saben lo que viene y como: todos lo sufrimos como presidente interino y sabemos lo que pasó. Aunque en 2003 casi gana Carlos Saúl, pero ya es otra la Argentina. Espero.

El que me resulta curioso es Macri. No es que me interese él, pero me resulta curioso como prende su discurso en la gente, en esa suerte de entelequia también llamada “vecinos”, y que seguramente no son más que el 10 por ciento de la población. Pero la repercusión de sus dichos y el martilleo constante de los grandes medios hacen que parezcan más.

Volviendo. En una entrevista concedida hace días al diario de los Mitre, el “todavía no se sabe” candidato presidencial por el Pro, dijo cosas como estas que su modelo de país, sería una combinación entre "el empuje y optimismo brasileño con la seriedad e institucionalidad chilena". Su ingrediente secreto para la distribución de la riqueza sería crecer, porque “en una Argentina todavía muy pequeña, tenemos que tener un sueño de grandeza". Y en cuanto al modelo económico, el hijo de Don Franco dijo que "Tenemos un ciclón que nos empuja y andamos con el freno de mano puesto".

Pero como para no dejar caer el nivel de adrenalina del público, el Jefe de Gobierno porteño se pone como nuevo mentor del “desarrollismo moderno”, al tiempo que redondea y define su proyecto de gobierno a nivel nacional, como la “reedición de la época de Frondizi aggiornada al mundo moderno”. Y ahí tenemos otra apropiación: la figura de Frondizi en un esbozo de país pergeñado (si es que lo ha pergeñado ya) por un personaje de la política de la más rancia derecha conservadora argentina que, justamente, fue la que derrocó a aquel presidente y que, por cuyo honor, el pueblo siempre respetó.

Así, una vez más, un impresentable de la política, un dirigente que engaña a diario a los vecinos por quienes dice velar, trata de embarrar la cancha de la mano del poder monopólico de algunos medios de comunicación, para ver si le resta un poco de poder al proyecto nacional y popular que avanza desde el fondo de la historia, con algo más de prisa que antaño, pero sobre todo sin pausa.